lunes, febrero 4

EDV - Luces Verdes

Llegar hasta allí había sido una tarea muy difícil. Dejar atrás caminos desiertos, atravesar bosques oscuros y tenebrosos, cruzar caudalosos ríos y haber resistido los furiosos embates de la naturaleza que, con saña y crueldad, se había opuesto de manera misteriosa a mi causa.

Después de varios días de horrible sufrimiento, sin haber si quiera probado bocado hace otros tantos, alcancé por fin a vislumbrar a lo lejos, en lo alto de aquella montaña de piedra que se erguía como un dedo enfermizo que apuntaba amenazante hacia el oscuro cielo, la guarida de aquellos seres entre lo divino y lo humano, los sabios auguradores… Los Oráculos.

Un fortísimo viento comenzó a soplar mientras ascendía hasta la morada de aquellos personajes. Caminar por aquellos senderos de suelo pétreo y de una inestabilidad pavorosa hacía a mi mente replantearse el volver hacia atrás y desistir de aquella tarea; pero por otro lado todo lo pasado hasta llegar allí tenía mas peso y la balanza se inclinó a favor de aquella parte aventurera que reinaba en mi interior.

Al final pude alcanzar la entrada a la morada de los sabios. Entrar allí era apartarse del mundo. Todo lo que acontecía fuera de aquella caverna parecía no afectar a aquel lugar. Todo era sereno, tranquilo y agradable allí dentro, incluso las inclemencias del tiempo no tenían efecto allí.

Y al fin los vi. La tríada de los venerables ancianos, aquellos que en sus magníficos artefactos arcanos esféricos podían ver lo que acontecería en un futuro no muy lejano.

Se percataron de mi llegada. Alzaron sus cuerpos postrados en tronos de piedra y ocuparon lugar ante una especia de mesa de piedra que ocupaba el centro de la estancia. No pronunciaron palabra alguna, sabían de mas que pocas eran las personas que conseguían llegar hasta ellos y todos iban a conocer sus destinos.

Colocaron los objetos arcanos sobre la superficie de piedra y comenzaron a entrar en una especia de trance. Al poco rato aquellos objetos comenzaron a desprender unas luces de tonos verdosos iluminando toda la cueva. Aquel fenómeno iba en aumento, las luces verdes eran cada vez más cegadoras… Intenté vislumbrar algo en aquellos objetos arcanos, pero era imposible.

Todo concluyó. Los resplandores verdosos cesaron. Lo que aquellos venerables ancianos habían visto había sido horrible por el rictus de sus caras. Lanzaron una mirada de terror hacia mí. Una sonrisa entre burlona y siniestra brotó de mis labios.

Eso fue lo último que sus cansados ojos pudieron ver, el rostro de aquel nigromante que les dio muerte y les arrebató sus poderes atrapando sus sabias esencias arcanas para nutrirse de ellas.

Magister