sábado, septiembre 29

EDV - Piedad Draconiana

Desplegó de nuevo el mapa amarillento y agrietado, y los claros ojos de la joven Lubiel se centraron en la marca de pigmentos rojizos que había señalado en él. Llevaba semanas recorriendo parajes inhóspitos atravesando extraños bosques, vadeando caudalosos ríos y cruzando peligrosas ciénagas, buscando un único objetivo que desde pequeña quería lograr… conseguir encontrar un dragón. Y ahora que había encontrado aquel misterioso mapa que marcaba el lugar exacto del cubil de un dragón, no dejaría pasar la oportunidad.

Tras dejar atrás el último cruce de caminos, el mapa la llevó a un pequeño pueblo situado en la ladera de una alta montaña donde se suponía se ubicaba la morada de la bestia.

Los últimos resquicios de luz del atardecer bañaban de tonalidades anaranjadas las pequeñas casas del poblado. Lubiel, agotada del largo viaje y necesitada de un buen descanso, decidió pasar la noche e iniciar el ascenso al amanecer.

Y así fue como al despuntar los primeros rayos de luz del astro, Lubiel ya andaba en busca de su sueño draconiano.

Estando el Sol en lo alto del claro cielo, Lubiel finalizó el ascenso por la ladera escarpada de la gran montaña. Desde donde estaba podía divisar un paisaje hermosísimo. Podía ver los picos escarpados de las estribaciones de otras cadenas montañosas rodeadas sus laderas de densos bosques verdes, que eran regados por grandes cascadas y ríos.

Continuó caminando impresionada por la belleza del mágico lugar y, distraída por la inmensa belleza que la rodeaba, llegó al borde de un acantilado por el cual casi se precipita. Lubiel se encontró con el problema de no poder seguir adelante, pero asomándose al acantilado pudo comprobar que había una gran entrada labrada en la roca viva, que rápido la asoció con la entrada donde estaría el dragón. Comprobó presurosa el lugar donde se encontraba en el mapa, y tras cerciorarse de que el lugar era el correcto no tardó en intentar bajar hasta la inmensa cueva.

Se descolgó del borde del acantilado para dejarse caer al saliente rocoso, cuando de repente oyó un profundo rugido procedente de la cueva, seguido de un fuerte batir de alas. Un inmenso dragón albino surgió desde las entrañas de la montaña lanzando a la joven por los aires.

La muchacha cayó contra la dura roca lastimándose su cuerpecillo. El inmenso dragón posó su enorme cuerpo delante de la joven, y ésta asustada buscó ansiosa en su cinto su espada corta con la que defenderse, pero el acero había caído al vacío. Lubiel se encontraba indefensa. No obstante, la muchacha había encontrado lo que quería; tenía ante ella un magnífico dragón de escamas blanquecinas que brillaban con el sol. Fascinada se quedó mirando atónita al reptil. El dragón plegó sus alas y habló:

-¿Quién osa perturbar mi placentero sueño?

Lubiel no podía salir de su asombro, ¡estaba hablando con un dragón! Asustada y con una voz titubeante respondió:

-S… soy… soy Lubiel. Una humilde humana.

-¿¡Como se atreve una mortal a adentrarse en los parajes de un dragón como yo!?

-Siempre soñé con poder ver un dragón real y poder saber que hay algo más además de los cuentos infantiles para asustar niños.

-Eres el primer ser mortal que se presenta ante un dragón por el mero hecho de poder ver uno, y no por el afán de hacerse con el tesoro que custodian… Pero como protector de estos bosques no puedo permitir la salida de ningún ser tras haberme visto y haber contemplado estos magníficos parajes.

-¡¡¡Pero no quiero morir, no puedo acabar así!!! ¡¡¡ He esperado mucho tiempo para poder emprender mi propio viaje y poder hallar al fin un dragón como tu!!!

-Veo que eres atrevida muchacha, has demostrado tener coraje al emprender un periplo tan peligroso como ese. Por eso no te mataré, podrás verme durante la eternidad como premio a tu valentía.

Y desde entonces, un robusto y joven árbol se yergue en el borde del acantilado contemplando, con sus verdes y frescas hojas, el vuelo incansable del dragón que una vez lo contempló en forma humana, y que asombrado por su deseo la transformó en naturaleza viva, pudiendo disfrutar ahora de él y de los bosques que guarda.

Magister

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