viernes, diciembre 19

Hostilius Colatino

Han pasado ya algunos años desde las conjuras que acabaron con la vida de Julio César en las escaleras del senado en Roma. Ahora todo está en manos del sobrino del difunto tirano, Octabio Augusto, el cual ha sabido elegir con cautela el nombre para su figura de mandato. Se ha hecho llamar Emperador...

Contemplando la magnífica estatua de mármol de Octabio Augusto, en la plaza central de Roma, se encontraba Hostilius Colatino, máximo pontífice del culto al dios Júpiter, divinidad encargada de la justicia y el orden social. Corrían tiempos difíciles para Roma y para su emperador, pues Marco Antonio luchaba por hacerse con el control del imperio, intentando por todos los medios derrotar al sobrino heredero del magno legado territorial de su tío. Todo esto había suscitado luchas internas entre los partidarios de uno y de otro, desangrando el imperio en cruentas luchas civiles.

Ese era el deber y la tarea de Hostilius Colatino. Había estado semanas redactando un tratado por encargo del emperador, al cual el pontífice era leal. Ese trabajo lo había adoptado como un reto más en su extensa carrera como sacerdote y orador. Desde muy joven había estado dedicándose a la oratoria, y ya en una edad más tardía decidió ingresar como adepto al culto de Júpiter, en el cual llegaría a ser pontífice, sin abandonar la práctica de la oratoria. Y así pasarían los años, marchitándose su esencia con cada nuevo otoño que pasaba, contemplando en algunas ocasiones la inestabilidad de Roma y viendo como se recuperaba nuevamente. Aún recuerda los momentos tan tensos que tuvo que vivir cuando César cruzó el Rubicón al frente de sus tropas, pero ese sentimiento se veía aplacado por la gloria y libertad que experimentó al verlo como tirano de la nueva Roma, la Roma de las conquistas, la expansión y el honor.

Una suave brisa acarició el vetusto rostro del pontífice. Algunas hojas secas se desplazaron por el empedrado suelo. Hostilius miró hacia el Sol. Se le hacía tarde para presentar sus nuevos proyectos en el senado. Sin perder un instante más, suspiró profundamente y se dispuso a andar el último tramo por la amplia avenida que le separaba del senado.
Había cruzado aquella avenida innumerables veces desde que a los sesenta años accedió como colaborador en el senado, y nunca la había visto tan solitaria y mustia como hoy. El gris plomizo de las calles le recordaba a aquellos idus de marzo en los que Julio Cesar era asesinado. Aun así, los oráculos le habían sido favorables, y hoy sería un gran día para el futuro de Roma. No obstante, una extraña sensación recorría el malogrado cuerpo del anciano. No era la primera vez que sentía esa sensación, pues ya le venía atormentando desde hacía unos días.

Sumido en tales cavilaciones, Hostilius alcanzó a ver el edificio del senado. Ese edificio de mármol impoluto que reavivaba el sentimiento romano con sus banderolas y estandartes del imperio. Aceleró el paso. De repente siente una presencia tras de sí. Al girar la vista atrás se topó con la figura de su mejor amigo. Comodo se acercó a Hostilius presuroso para entrar ambos al senado. Tras saludarse e intercambiar algunas palabras, aquél le asaltó con una pregunta: -Dime Hostilius, ¿qué tiene más valor para ti, una moneda de oro dada por el emperador u otra moneda dada por Marco Antonio?-. Hostilius respondió casi al instante. -Una moneda de oro es una moneda de oro. Tiene el mismo valor independientemente de quién te la de, pero si hablamos del valor sentimental, ya no es lo mismo-. Tras una breve pausa, Hostilius miró a los ojos a Comodo. Después de un breve lapso de tiempo el anciano pontífice continuó hablando.- Te conozco hace muchos años, y por tu pregunta te puedo responder que ahora mismo, si el emperador nos diera un salario extra, tu lo aceptarías de buen grado ante él, pero luego lo fundirías por el desprecio que le procesas.- El rostro de Comodo se tornó en sorpresa. Poco a poco fue alejandose de su amigo y murmuraba unas palabras.- Ahora... ahora entro en el senado. Voy a revisar mis propuestas antes de entrar-. Hostilius asintió con un ademán de su cabeza y comenzó a subir las escaleras del senado.

Después de algunos años, las manchas oscuras de la sangre de César aún seguían recordando aquél funesto día, plasmadas en el mármol blanco de aquellas escalinatas. Ver aquello volvió a despertar en él aquella extraña sensación. Agarró fuertemente el cartapacio donde guardaba sus tratados y proposiciones y se dispuso a cruzar el umbral para entrar en la gran sala de los senes.
De repente, una figura que no pudo reconocer se le interpuso. Un único movimiento y el frío acero de una espada corta invadió su frágil cuerpo. Sintió cómo la fría hoja salía rápidamente de su interior para volverse a introducir en él tres veces más... Poco a poco la visión de Hostilius se iba desvaneciendo. Sentía como su vida se le escapaba. Recordó fugazmente la muerte de César, en aquellos mismos escalones. Un instante después, la figura se marchó silenciosamente del lugar. Hostilius intentó buscar con la mirada a Comodo, pero no lo logró, dejando su vida a las puertas del senado.

Al tiempo, el mismo Comodo era el que avisaba a la guardia de que Hostilius Colatino había muerto por asesinato. Los soldados recogieron el cuerpo, a la vez que de entre las frías manos del difunto caía su cartapacio y unas monedas de oro. Comodo lo recogió, y antes de destruir los documentos los abrió para leerlos. Lo que Comodo pudo leer allí fue lo siguiente:

“Querido amigo Comodo, si te encuentras leyendo esto es que ya me habrás matado. No habrán sido tus manos las que me hayan dado muerte, pues nunca fuiste lo suficientemente valiente como para matar a alguien, pero tus contactos e influencias te permiten acabar con la vida de quien tú desees.
Sé que tu sentimientos hacia Octabio manifiestan ira y odio, ya que nunca lo quisiste como gobernador de roma. Por ello eres leal a Marco Antonio y actúas de espía para él. Si tienes valor, recoge las monedas de oro, que seguramente será un precio más alto del que te han pagado los esbirros de Marco Antonio por acabar con la vida de tu amigo.
No te molestes en buscar los tratados, pues no realicé tal trabajo. No os aprovecharéis de mi trabajo como los buitres de la carroña. Has matado a un simple viejo indefenso que solo pretendía levantar una vez más a Roma. Ahora solo queda que os consumáis en la crisis social que os inunda. Yo tenía la clave, y ahora me has eliminado. Adiós, amigo. Hasta pronto, Comodo.”

El papel cayó de las manos del asesino. Un sudor frío recorrió su pálida frente. Rápidamente recogió todo y se fue a su villa en los campos de los alrededores. Una vez en su casa, arrojó los documentos al fuego junto con las monedas, que poco a poco se fueron consumiendo.

A la madrugada siguiente, de las robustas vigas de madera del interior de su villa, Comodo aparecía ahorcado.


Magister

martes, julio 29

EDV - El Aullador

El capitán Krakoff mantenía su rostro totalmente serio mientras clavaba su único ojo a través del catalejo. La brisa marina acariciaba su tez morena mientras que su piel curtida por el sol era salpicada muy levemente por las aguas saladas. El Aullador, el barco con el que había cruzado tantos mares y océanos, se encontraba totalmente perdido en unas aguas nunca vistas ni marcadas en ningún mapa. Era un mar, o quizás un océano, muy llamativo y peculiar ya que sus aguas purpúreas parecían salidas de algún cuento de hadas que tanto gustaba oír a los chavales pequeños antes de dormir.

La tripulación estaba totalmente atónita contemplando desde el barco aquellas aguas escapadas de algún mundo de fantasía. No se habían despegado de la borda del barco en todo momento, ya que pasado el medio día unas extrañas criaturas no muy grandes habían aparecido desde las profundidades y habían seguido al Aullador en su viaje. Eras de escamas verdosas y se ayudaban para nadar moviendo rápidamente sus extremidades delanteras y traseras provistas de unas extrañas y curiosas membranas. Aquellas criaturas marinas habían despertado la curiosidad de toda la tripulación, e incluso el propio Krakoff pudo ver cómo una de ellas devoraba a un pequeño pez con sus fauces de dientes diminutos pero afilados como cuchillas.

En vistas a que no se divisaba tierra por ningún lado, y que el cansancio se apoderaba del cuerpo del capitán, Krakoff decidió retirarse a su camarote y esperar a oír que alguien gritara el avistamiento de tierra. Sacó de un antiguo cajón su cuaderno de bitácoras y anotó, con su pluma y un poco de tinta de calamar, todos los sucesos ocurridos en el día, entre ellos el paso de un agua azul y cristalina a una totalmente púrpura en el transcurso de una noche… Todo transcurrió con calma hasta que un balanceo sospechoso del barco lo despertó de su sueño. Krakoff se había quedado dormido mientras escribía en su cuaderno horas atrás. Desconcertado colocó todo en su sitio, aderezó sus vestimentas y aún con el leve sopor de haber dormido alcanzó a subir a cubierta. No había rastro de ningún miembro de la tripulación, debían de ser altas horas de la noche y todos estaban descansando. Otro tumbo del barco, este ahora más fuerte, lo acabó arrojando al suelo al hacerle perder el equilibrio. Blasfemando Krakoff se puso en pie ayudado de unas amarras que sujetaban el velamen. Fue cuestión de tiempo que otra sacudida hiciera crujir las maderas del barco, escorándolo peligrosamente; posteriormente una decena de marineros habían salido de sus sueños para ver qué acontecía en cubierta. Un leve murmullo comenzaba a oírse entre los que allí se encontraban, preguntándose unos a otros sobre aquellos extraños y peligrosos golpes que empezaban a dañar al Aullador.

Krakoff se inclinó para contemplar las aguas; unas aguas ahora totalmente embravecidas que rugían y agitaban aquel pequeño cascarón de madera. Alertado por la situación, el capitán tomó el timón para poder controlar al Aullador y salvar su pellejo y el de sus hombres como otras tantas veces había hecho. Pero esto no era un simple embravecimiento de las aguas; cuando Krakoff tomó el timón, un ser gigantesco apareció de las aguas. Una enorme sierpe marina se irguió amenazante ante el Aullador, profiriendo ensordecedores rugidos, mostrando así sus tremendas fauces. Su cuerpo escamado brillaba bajo la luz plateada de la luna llena, arrancando pequeños destellos verdosos de su piel. Boquiabierto, Krakoff tardó un tiempo en reaccionar ante semejante criatura marina y, sacando su sable de bucanero gritó cargar contra aquella bestia. Al instante todos sus hombres empuñaban sables y cargaban pólvora en sus trabucos, abriendo fuego e intentado herir a la sierpe…

Todo transcurrió muy rápido, o por lo menos eso le pareció a Krakoff. Cuando quiso darse cuenta, toda la cubierta era un mar de sangre y miembros cercenados esparcidos por todos los rincones, los mástiles estaban partidos y las velas se hundían lentamente en aquellas aguas. El metal de su sable resonó en la madera del castillo de popa; Krakoff caía derrotado de rodillas ante tal masacre. El Aullador se hundía poco a poco tras haberlo retorcido la sierpe con su musculoso cuerpo de reptil, serrándolo con los toscos pinchos que recorrían su lomo.

Poco tiempo pasó para que la calavera cruzada por las dos tibias sobre fondo negro descansara sumergida en aquellas aguas púrpuras, morada de criaturas tan sobrecogedoras y asombrosas como aquella sierpe marina que acabó estrangulando al Aullador cual ratoncillo inocente y curioso.

Magister

jueves, junio 26

EDV - Sorpresa Post Mortem

Al caer tras tropezar, el preciado objeto cayó de entre sus manos. El amuleto golpeó el suelo, y tras rodar unos centímetros a través del empolvado suelo de madera unas garras de un oscuro cuervo lo atraparon. Con unos estridentes graznidos, la siniestra ave abandonó la habitación por la misma ventana de cristales rotos por la que había entrado. En ese momento una pequeña explosión hizo saltar por los aires varias lascas de madera del suelo. Jake había disparado su trabuco en un vano intento por abatir al pajarraco que se escabullía con el artefacto entre sus garras. Albert, que aún seguía de bruces en el suelo, protegió su cabeza con sus manos y tras desaparecer la nube de polvo se levantó de un salto.

– ¡La próxima vez que hagas eso ten más cuidado si no quieres que acabe como uno de esos!-, exclamó Albert mientras señalaba con su dedo tembloroso uno de aquellos seres de ultratumba, descarnados y putrefactos que doblaba la esquina entrando en la habitación y acercándose a Jake. El trabuco se disparó de nuevo abatiendo al ser ultraterreno, acabando con sus inquietantes gemidos, aun así no era el único que había hecho acto de presencia en la estancia. -¡Esto no se acaba nunca! ¡Corre, hay que encontrar a ese cuervo!- Jake agarró a su compañero y de un empujón lo hizo correr saliendo a trompicones de aquella sala.

Sus pasos acelerados en la vieja madera que cubría el suelo a lo largo del corredor resonaban por todo el pasillo. En algunas ocasiones, Jake buscaba en su guardapolvo marrón la pólvora necesaria para poder descargar su trabuco y ganar tiempo contra aquellas bestias malsanas que trataban de acabar con sus vidas desde el momento en el que le arrebataron aquel amuleto al nigromante que en aquella desmejorada mansión habitaba. Ni ellos mismos sabían cómo habían conseguido tal cosa, y se sentían orgullosos de ello, pero tras haber perdido Albert dicho artefacto y verse rodeados de los sirvientes del hechicero, la situación no se mostraba muy favorable hacia ellos.

Tras haber cruzado una puerta de gruesos barrotes y adentrarse en lo que parecían los jardines de la mansión, los aventureros atrancaron la puerta y comenzaron a recuperar el aliento. –Dime Albert… tú que eres el historiador y el culpable de que yo me encuentre aquí en esta situación… ¿Ese amuleto arcano posee algún poder extraño del que no me hayas hablado?- preguntó Jake con su respiración entrecortada debido a la agitación y cansancio; - Bueno… Algunos manuscritos decían que este objeto sólo se doblega a la voluntad de su amo… y que todo aquel que se lo arrebata… sufre las consecuencias… que si no recuerdo mal eran…- la mano de Jake tapó la boca del historiador, -¡Calla! Con lo que he visto me basta…- De repente unos graznidos alertaron a los dos cazatesoros. Una nube negra de plumas negras de picos y garras afiladas inundó el jardín y se congregaron en torno a una figura ataviada con túnicas negras. Uno de los cuervos, posado en un hombro de aquel extraño personaje portaba en su pico el preciado objeto. Una mano pálida de huesudos dedos acarició al pájaro, y lentamente asió el amuleto colocándolo alrededor de su cuello; -No me miréis con esa cara de asombro, solo tomo lo que es mío…- susurró el nigromante en un tono mortuorio, clavando su mirada gélida en la de los aventureros.

Albert corrió hacia la oscura figura, haciendo caso omiso a los gritos y advertencias de su compañero. Finalmente Jake se abalanzó sobre el hechicero, descargando su trabuco contra el pecho aterciopelado. El frágil cuerpo del nigromante cayó al suelo formando lentamente un gran charco de sangre oscura. Todo se tornó en silencio. Asombrado por todo lo que había ocurrido, Albert recogió el amuleto lentamente; -¡Vayámonos de aquí! No quiero pasar un minuto más dentro de esta casa…-. Un chasquido hizo que Albert se girara hacia su compañero, para encontrarse con su trabuco a pocos centímetros de su cara... Un disparo resonó en lugar.

Lo único que pudo ver Albert antes de morir fue la mirada mortuoria en los ojos de su compañero, y una sonrisa macabra que cruzaba su rostro.

Magister

domingo, junio 22

Pactando con la Traición

La grandiosa luna llena bañaba el rostro de la elfa tiñendo de tonalidades argénteas la tez delicada de la joven. La sombra de un lobo se recortó en el horizonte y tas un profundo aullido la elfa supo que había llegado el momento. Con la agilidad de su raza descendió del árbol en el que se encontraba subida, alcanzando el suelo sin levantar sonido alguno, cual hoja que precipita en otoño cayendo levemente llegando a descansar a los pies del árbol del que una vez formó parte. Cerró sus ojos y recordó detenidamente todo el plan que había tramado para poder salir con éxito de su misión. Respiró hondo, templó sus nervios y rápida corrió a encontrarse con su destino.

No pasó mucho tiempo cuando la elfa se encontró ante los oscuros muros de una colosal fortaleza. Desde los arbustos en los que se encontraba oculta podía ver cómo una serie de personajes iban atravesando el gran portón adentrándose en aquella mole de piedra. Todo estaba sucediendo como él le había dicho que las cosas sucederían, y eso le inspiraba cierta congoja, aún así seguiría adelante con lo previsto. Colocó su capucha sobre su cabeza, se aseguró de que su pequeño puñal seguía en su vaina y no dudó en emprender su cometido.

Poder adentrarse en la fortaleza no le había resultado difícil. Ahora se encontraba en el interior de aquel palacio atestado de soldados ataviados con sus relucientes armaduras luciendo la marca del dragón en su pecho. Sería difícil poder moverse sin ser descubierta, pero la elfa sabía moverse por el interior de aquella fortaleza ya que había estado en ella en varias ocasiones por motivos que ahora no merecen ser nombrados. No sabía ni ella misma el porqué de haberse lanzado a realizar aquella tarea, pero algo en su fuero interno la empujaba a ello.

Tras deslizarse por corredores y pasillos haciendo uso de su pequeña daga de forma magistral, había logrado acceder a un enorme salón decorado lujosamente con una larga mesa en la que había sentados todos los personajes que había estado viendo llegar anteriormente, todos disfrutando de una agradable velada.

Escondida entre las sombras pudo escudriñar a los personajes que allí se encontraban. De nuevo pudo comprobar que todas las personalidades que él le había dicho que asistirían al evento se encontraban allí. Con una rápida mirada a lo largo de la mesa reconoció los rostros de varios conocidos, entre ellos a los grandes maestros de este mundo como eran la reina de las tierras draconíles presidiendo la mesa; a un lado su esposo y no muy lejos de ambos la figura del maestro túnica negra del que se rumoreaba practicaba el arte arcano de la necromancia, pero que ahora formaba parte del consejo de los dragones desde su vertiginoso ascenso a tal cargo.

Sin pensárselo más llevó a cabo su perverso plan. Atravesó diversas estancias hasta llegar a una sala en la que se encontraba el estandarte del reino y, tras derramar silenciosamente la sangre de los centinelas sobre el alfombrado suelo, lo cogió para sí. En ese preciso instante acababa de darse cuenta de lo que acaba de hacer; había acabado con la vida de varios centinelas y mancillado posteriormente la real fortaleza de la Orden Draconíl para ahora robar el estandarte real… Pero se sentía conforme. Con una sonrisa que rozaba el sarcasmo abandonó el palacio. Ahora debía de ser recompensada.

Nada se sabe de los hechos que acontecieron después, pero los ancestros que guardan los bosques cuentan que sus ojos vieron como la elfa se reunió con un ser que irradiaba maldad, ataviado con túnicas negras que pudría toda la vida que a su alrededor crecía, tornando el ambiente gélido y helador; y que, tras arrodillarse ante él y entregarle el estandarte, la elfa se retiraba junto a él.

Poco después los vientos traían susurros de traición procedentes de la morada del túnica negra.

Magister

viernes, junio 20

Recuperando lo vivido

Jacob blasfemó al tropezar con una de las gruesas raíces de aquél paradisíaco lugar. Había trastabillado y caído a las orillas de un manantial, pero pronto cambiaría su expresión enfadada por la de asombro y fascinación.

La expedición en aquellas extrañas tierras estaba durando demasiado tiempo para su gusto. En un principio, él hubiera preferido que aquello hubiera durado menos, que hubiera sido una expedición más, como esas otras tantas que tiempo atrás había realizado; pero no estaba resultando así. Ya fuera por su avanzada edad o porque su compañero inseparable de aventuras no había podido acompañarle en este periplo, sus ánimos eran diferentes y por consiguiente todo su espíritu abocaba a la desesperación rozando el límite del abandono. Por otra parte, algo en su interior lo empujaba a seguir adelante.

Afloraba ahora a su mente el recuerdo de aquella mañana en la que su compañero había llegado a su despacho, apoyándose en su bastón de madera noble con la gran montonera de papeles bajo el brazo. Dejó caer todo sobre la mesa de Jacob con intención de distraer su atención prestada hasta ahora a un antiguo tomo de Historia Antigua. Rebuscó nervioso entre todos los papeles uno en concreto que mostró ante el rostro de su compañero. Al fin había llegado el momento, y tantos años de investigación habían dado sus frutos.

A partir de ahí todo comenzó a ir muy deprisa. Se organizó una expedición a marchas forzadas hacia tierras lejanas y exóticas, planificando en poco tiempo todo un viaje que duraría meses y meses. Pero el viaje no sería lo mismo sin Súlivan, ese compañero de fatigas y aventuras con los que había protagonizado grandes hallazgos durante tanto tiempo, y que ahora por motivos de una edad demasiado avanzada se veía en la obligación de abandonar a su compañero en periplo tan emocionante. Parecía que había sido ayer cuando el barco de vapor zarpaba de aquel remoto puerto y Jacob se despedía de su compañero con un profundo suspiro y alguna lágrima que recorría su rostro, maldiciendo a los hados por impedir que quién había descubierto aquello no pudiera acompañarle para verificar su existencia.

Y así fue como pasaron tres largos meses de expedición por parajes de ensueño. Jacob tampoco se alejaba mucho de la edad de su compañero, y por ello deseaba constantemente que su estado físico no le jugara malas pasadas en aquellos momentos tan trascendentales de su vida; pero tanto tiempo de búsqueda estaban haciendo mella en él. En cambio, los deseos y las esperanzas de poder volver y contarle todo a Súlivan le infundían nuevos ánimos, y más aún si hallaban lo que estaba buscando.

Al poco tiempo de transcurrir los tres meses desde la partida de Jacob una carta llegaba a las manos de Súlivan. Abriéndola rápidamente pudo ver que era una misiva escueta enviada por su compañero Jacob. Emocionado comenzó a leer las pocas palabras que en aquel papel se mostraban ante él:

“Mi querido amigo Súlivan:

Después de tres interminables meses puedo concluir que La Fuente de la Eterna Juventud existe.”

Magister

miércoles, marzo 5

5 curiosidades acerca de mi

Bueno pues gracias a Gar, el bichólogo errante, que me ha transmitido este "neme" voy a seguir con el proceso y a proceder a comentaros cinco cosillas acerca mi persona ^^

I. Lo primero decir que soy un gran adicto a la literatura fantástica. Me encanta pasar las horas muertas leyendo un buen libro de fantasía que me lleve a esos mundos en los que tatno me gusta estar y en los que pasaría mi vida si pudiera, rodeado eso si de aquellos amigos a los que se que me acompañarían. Esto me lleva a ser un gran seguidor de sagas como ESDLA o la Dragonlance.

II. A raíz de lo anteriormente comentado se deriba mi frikismo que defiendo con orgullo. Nunca me cansaré de defender la CULTURA friki que tanto me ha enriquecido y me ha permitido de disfrutar de grandes cosas y rodearme de excelentes amigos. Y a esos que dicen que estoy "loco" les digo: Estaré loco, pero soy lo suficientemente cuerdo como para no cometer locuras. El frikismo es una cultura y hay que saber enriquecerse con ella.

II. Ahora algo sobre mi personalidad. Soy algo tímido de cara a las nueva samistades, pero en cuanto la amistad es profunda, cosa que se produce con rapidez por suerte, soy una persona agradable y con ciertso puntos de gracia a veces jejejeje. Me considero muy amigo de mis amigos y saben que siempre estoy ahí para cualquien cosa en la que se me necesite o se me pida.

IV. Me considero bastante perfeccionísta y me molesta bastante que alguien venga y me descoloque las cosas que tengo ordenadas, es superior a mi fuerza. Además las cosas que la gente quiere ver y que considero que son importantes, frágiles o les tengo cierto aprecio, no soporto que las cogan. Esas cosas me ponen un tanto tenso.

V. Me encanta todo aquello que surge sin haberse planeado. Un viaje que surge de improvisto, una salida espontánea, un acontecimiento inesperado, una visita sorpresa, y un largo etcétera de cosa ssimilares me crean una sensación muy agradable que me gusta experimentar a menudo, pero claro, como lo bueno de estas cosas está en que no sabes cuando surgen la emoción es aún mayor.

Y habiendo hablado un poco de mi, pasaré ahora a nominar a esas 5 personas al meme.

I. [ .Ker. ] Por sus relatos e imagenes que tanto me han gustado. Espero leer muchos relatos tuyos durante mucho tiempo ;)

II. Jeparla. Por ese rinconcito friki entre los muchos blogs que andan por aqui ^^ A ver si nos ponemos en contacto e intercambiamos conocimientos acerca de este gran mundo del frikismo :D

III. the reaper. Esos toques gores en los relatos me gustan, son bastante impresionantes. Lo que he leido me ha gustado, sin duda vivtare mas a menudo tu blog.

IV. the blind. Que he descubierto que forma parte del duo que escribe junto a the reaper.

V. Yenay. Por haber dado el paso a la vez que yo de plasmar nuestros relatos en la web y poder hacer disfrutar de las maravillas de la literatura fantástica. Su relato sobre la peste merece ser leido sin duda alguna.

Y como las reglas dicen que hay que decir las reglas:

1.-Nombrar a la persona que te ha nominado, poner un link a su página y estas reglas en tu blog.
2.-Compartir cinco cosas sobre tí mismo, algunas rarezas o algunas al azar.
3.-Nominar a cinco personas, poniendo su nombre y el link a su blog al final del post.
4.-Hacer saber a estas personas que están nominadas dejando un comentario en su blog.

Bueno, ahora me toca ir a avisaros a los que os he concedido estos premios ^^ Y ademas, a conoceros a tooodos :D

lunes, febrero 4

EDV - Luces Verdes

Llegar hasta allí había sido una tarea muy difícil. Dejar atrás caminos desiertos, atravesar bosques oscuros y tenebrosos, cruzar caudalosos ríos y haber resistido los furiosos embates de la naturaleza que, con saña y crueldad, se había opuesto de manera misteriosa a mi causa.

Después de varios días de horrible sufrimiento, sin haber si quiera probado bocado hace otros tantos, alcancé por fin a vislumbrar a lo lejos, en lo alto de aquella montaña de piedra que se erguía como un dedo enfermizo que apuntaba amenazante hacia el oscuro cielo, la guarida de aquellos seres entre lo divino y lo humano, los sabios auguradores… Los Oráculos.

Un fortísimo viento comenzó a soplar mientras ascendía hasta la morada de aquellos personajes. Caminar por aquellos senderos de suelo pétreo y de una inestabilidad pavorosa hacía a mi mente replantearse el volver hacia atrás y desistir de aquella tarea; pero por otro lado todo lo pasado hasta llegar allí tenía mas peso y la balanza se inclinó a favor de aquella parte aventurera que reinaba en mi interior.

Al final pude alcanzar la entrada a la morada de los sabios. Entrar allí era apartarse del mundo. Todo lo que acontecía fuera de aquella caverna parecía no afectar a aquel lugar. Todo era sereno, tranquilo y agradable allí dentro, incluso las inclemencias del tiempo no tenían efecto allí.

Y al fin los vi. La tríada de los venerables ancianos, aquellos que en sus magníficos artefactos arcanos esféricos podían ver lo que acontecería en un futuro no muy lejano.

Se percataron de mi llegada. Alzaron sus cuerpos postrados en tronos de piedra y ocuparon lugar ante una especia de mesa de piedra que ocupaba el centro de la estancia. No pronunciaron palabra alguna, sabían de mas que pocas eran las personas que conseguían llegar hasta ellos y todos iban a conocer sus destinos.

Colocaron los objetos arcanos sobre la superficie de piedra y comenzaron a entrar en una especia de trance. Al poco rato aquellos objetos comenzaron a desprender unas luces de tonos verdosos iluminando toda la cueva. Aquel fenómeno iba en aumento, las luces verdes eran cada vez más cegadoras… Intenté vislumbrar algo en aquellos objetos arcanos, pero era imposible.

Todo concluyó. Los resplandores verdosos cesaron. Lo que aquellos venerables ancianos habían visto había sido horrible por el rictus de sus caras. Lanzaron una mirada de terror hacia mí. Una sonrisa entre burlona y siniestra brotó de mis labios.

Eso fue lo último que sus cansados ojos pudieron ver, el rostro de aquel nigromante que les dio muerte y les arrebató sus poderes atrapando sus sabias esencias arcanas para nutrirse de ellas.

Magister

jueves, enero 3

EDV - Testigos Mudos

Frío. Cada vez hacía más frío. El aire que allí corría era helador, congelaba hasta las mismísimas entrañas perforando los huesos y llegando hasta lo más profundo del cuerpo penetrando como miles de pequeñas agujas de escarcha.

Cansancio. Sentía como su cuerpo pesaba. Su respiración era acelerada y esto le producía una incómoda sensación de frío helador que inundaba sus fosas nasales y torturaba su garganta. Caminar a paso ligero al atardecer en pleno mes de enero, y ascender hasta aquel lugar había sido agotador y le costaría un terrible catarro.

Una fuerte ráfaga de viento gélido azotó su cuerpo y John se encogió protegiéndose dentro de su abrigo negro, metió la barbilla bajo su bufanda gris y se apostó contra una de las paredes de aquellas ruinas a esperar que cesase aquel acto de rebeldía de la naturaleza.

Aquellas ruinas eran muy importantes para él. Éste era el lugar donde él pasaba aquellas maravillosas horas junto a su amor, y sólo aquellas ruinas eran testigos mudos de sus pasiones.

Pertenecían a una antigua catedral gótica de la cual sólo se conservaban algunas estructuras que la definían, y parte de la fachada delantera que miraba a un acantilado que se imponía ante el embravecido mar. Se podía ver, además, el enorme hueco decorado antaño con un lujoso rosetón donde tantísimas veces se asomaron a contemplar los atardeceres abrazados mutuamente.

Pero un golpe fatal del destino golpeó cruelmente a los enamorados. John perdió una parte de su alma y de su vida al morir aquella persona con la que soñaba compartir su vida en un futuro. Ahora, él vagaría por la tierra apesadumbrado, triste, dolido y con una herida en lo más profundo de su ser que nunca cicatrizaría.

Nuca más había vuelto a subir a aquellas ruinas desde aquel suceso trágico, pero aquella tarde, movido por alguna extraña causa, había dirigido sus pasos hacia aquel lugar que le traían tantos recuerdos en su momento dulces y que ahora adquirían un sabor amargo.

El viento se calmó y John comenzó a caminar entre las ruinas recordando los momentos inolvidables que habían pasado juntos. La multitud de momentos en los que aquellos muros ruinosos volvían a la vida impregnados de pasión.

John subió hasta donde antaño se ubicaba el rosetón y miró al horizonte. Unas lágrimas se deslizaban temerosas por sus mejillas. Dirigió su mirada hacia abajo y pudo contemplar la gran altura del acantilado en el cual las olas descargaban su ira con fuerza.

Su mente no paraba de evocarle momentos del pasado en compañía de aquella persona tan querida. Juntos habían explorado cada rincón de aquellas ruinas que transmitían ahora sentimientos de soledad y vacío.

La tarde moría en el horizonte. John traspasó el antiguo rosetón y al instante se encontró al borde del abismo. Pensaba en él, en aquel hombre con el que compartió tantos momentos de su vida y se fundieron en torrentes de pasión.

John susurró un nombre. Andrew. Y aquellas ruinas vieron como aquel ser destrozado por el amor frustrado era tragado por las aguas, perdiéndose para siempre.

Ahora están los dos, disfrutando del tiempo perdido, merodeando entre aquellas ruinas y disfrutando de su amor.

Magister